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Mapa astrológico, entre pujas y alquimias.

“El que lucha demasiado contra los dragones, se transforma en dragón”

Friedrich Nietzsche

Fotografía: @lalomaproductora


Los planetas representan funciones psíquicas. Tanto los aspectos que forman entre sí, el signo en el cual se encuentran, como la posición que ocupan dentro del sistema de casas del mandala zodiacal, describen el modo en que se inscribe el patrón energético en el mapa vital de cada persona. Esto quiere decir que las posiciones de los planetas en la carta natal nos van a hablar de la cualidad, la intensidad y presencia que tengan esas funciones psíquicas en nuestras vidas y entorno vincular. Por ejemplo, el Sol nos habla de lo que tenemos más cerca de la conciencia, representa las características de nuestra estructura de carácter, aquellas con las que nos identificamos, pero no necesariamente las que dan cuenta de nuestro “sí mismo”. El Sol en nuestra carta puede implicar un despliegue energético muy diferente del que se activa en las formas, por ejemplo, de comunicamos, de vincularnos con pares, o de las formas energéticas que se constelan en nuestra modalidad de procurarnos satisfacer necesidades y placeres o elegimos caminos que nos interpelan desde nuestras creencias o materializamos proyectos. Es decir, no desplegamos la misma cualidad energética en todos los ámbitos, vínculos, momentos de nuestras vidas, ni tampoco en nuestras funciones personales. No lo hacemos con el mismo ritmo ni intensidad. Tal vez podemos ser muy organizadas, objetivas y sostenedoras en temáticas que hacen a los vínculos familiares y no así en los vínculos de pareja o con compañeros de alguna actividad. Podemos ser creativas en tareas que tengan que ver con el cuidado afectivo de nuestras amistades y no desplegar esta cualidad en absoluto en nuestra profesión, donde tal vez desplegamos otra. Podemos ser muy desapegadas afectivamente en lo que respecta a nuestros entornos más cercanos pero muy empáticas y cálidos en lo que respecta a entornos grupales.


Ocurre también que al haber cualidades energéticas que tienen mayor quantum o presencia, obstaculizan el despliegue de otras que, por tener menos presencia, quedan oprimidas, no sin costo para la persona. Aparecen entonces los conflictos internos, las pujas energéticas que cobran expresión también en lo que se dio en llamar aspectos entre los planetas. 

Los ejemplos astrológicos, a veces, constituyen un recorte artificial para comprender una lógica, pero siempre es bueno ver la singularidad de cada carta natal y como se juegan los patrones energéticos en el relato que cada una pone en palabras. Es allí donde podemos ver el juego de luces y sombras, lo que se registra en plano consciente y lo que no, más que lo estemos viendo en su mapa natal. Esta es la forma en que la carta astral toma vida y deja de ser solo un dibujo. Entonces, a modo de ejemplo: si tengo mi Sol en Virgo, hay una posibilidad importante de que esté identificada con mi capacidad de organizar, de resolver, de ser objetiva y metódica. Pero si mi Venus está en Aries, lo que me da placer tiene que ver con tomar decisiones basadas en el deseo, desde una impronta subjetiva y sin demasiados miramientos en lo que hace a los detalles u objetividad de las circunstancias. Virgo va despacio y toma en cuenta cada parte del sistema y actúa en función del análisis de las variables. Aries va rápido y se maneja desde la intuición, se arriesga motivada por el deseo. Si esta mujer está demasiado identificada con su energía virginiana, le va a costar desplegar su energía venusina porque son bastante diferentes. Esto significa que la cualidad energética que le facilita el vínculo de pareja no fluye tanto y es bueno trabajar sobre eso. Cuando trabajamos con una carta natal, buscamos estos puntos de conflicto, justamente para nombrar una posible alquimia en la que no se necesite la aniquilación de una parte del sí mismo para dejar que gane otra, sino que puedan integrarse, al menos en mayor medida. La integración total es una fantasía. En el ejemplo mencionado sería algo así: estar conectada con el deseo, con la dimensión subjetiva, pero hacer espacio al análisis de las circunstancias, sin que esto implique procrastinar demasiado, pero que tampoco sea un impulso desmedido que ponga en riesgo a la persona. Podríamos seguir haciendo puentes, alquimias, y de esta manera se va ampliando la dimensión creativa que da cuenta de una singularidad, un modo de hacer propio, que no está escrito en ningún lado, pero tampoco está colgado y perdido en el ciberespacio.

 
 
 

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